Esta modalidad mejora la conciliación entre la vida personal y profesional, ya que permite un mejor control horario y más tiempo libre. Sin embargo, numerosos estudios realizados en los últimos cinco años evidencian que no todo son ventajas, y es que el teletrabajo podría estar cobrándose un peaje silencioso: el deterioro de la salud mental. Según un estudio elaborado por Unobravo, una plataforma de terapia online, el 21% de los trabajadores en España afirma que el trabajo en remoto ha tenido un impacto negativo en su bienestar psicológico. Entre las principales razones destacan la disminución de la interacción social (30%), la dificultad para desconectar (30%) y la sensación de soledad (26%).
Es precisamente para dar respuesta a esta problemática que están surgiendo iniciativas en entornos rurales que proponen una nueva forma de entender el trabajo remoto, integrando naturaleza, comunidad y sostenibilidad. Samuel Delesque, cofundador de Traditional Dream Factory, un proyecto de este tipo ubicado al sur de Portugal, asegura que: “se trata de replantear cómo queremos vivir, producir y trabajar".
Coworkings: la granalternativa al aislamiento
En los últimos años, los espacios de coworking se han consolidado como una alternativa al aislamiento que puede conllevar el trabajo remoto. Permiten mantener la flexibilidad laboral, pero añadiendo un componente fundamental: la interacción social y el sentido de pertenencia a una comunidad.
En España existen ya 1.036 espacios de coworking, una cifra que ha crecido un 42% desde 2020, según datos recogidos por EjePrime. La mayoría se concentra en grandes ciudades: Madrid (172) y Barcelona (202) encabezan el ranking, seguidas por Valencia (70), Málaga, Sevilla o Alicante.
Sin embargo, está surgiendo a su vez un nuevo tipo de coworking más allá del ámbito urbano: espacios compartidos en entornos rurales que ofrecen no solo conectividad y comunidad, sino también naturaleza, conexiones profundas y una vida más pausada.
Paraísos naturales para vivir, trabajar y reconectar
En este “éxodo rural” están surgiendo iniciativas pioneras como TDF, una comunidad creativa y autosuficiente ubicada en el Alentejo portugués, a tan solo dos horas de la frontera con España. Este proyecto propone un modelo de trabajo remoto que combina espacios de coworking al aire libre, vida comunitaria, arquitectura bioclimática y contacto directo con la tierra.
Aquí, los días se estructuran en torno a una rutina mixta: teletrabajo por la mañana en zonas abiertas entre huertos y jardines, almuerzos compartidos con productos locales, y por la tarde actividades regenerativas como plantación de árboles, talleres de permacultura, diseño agroforestal o cuidado de la biopiscina. La comunidad también organiza eventos culturales, formaciones y celebraciones que refuerzan los vínculos y el sentido de pertenencia.
“No se trata solo de teletrabajar en el campo”, explica Sam Delesque, “sino de crear conexiones con personas que ven el mundo con tus mismos ojos en busca de un futuro sostenible y equilibrado”. En lugar de escritorios impersonales, TDF ofrece campos, huertos, zonas comunes al aire libre y espacios para eventos, todo en un entorno off-grid, alimentado por energías renovables y gestionado colectivamente.
El proyecto, financiado por su propio token, el $TDF, ya ha recibido a más de 3.000 visitantes y cuenta con 250 miembros activos. Su modelo commons garantiza que la tierra se preserve para uso regenerativo y que la comunidad decida colectivamente cómo evolucionar el espacio. Así, TDF demuestra que el trabajo remoto puede ser una oportunidad para tejer comunidades vivas, con propósito y orientadas al bien común.