Cinco claves para convertir agosto en el momento perfecto para impulsar la formación en las empresas

En un entorno laboral en constante transformación, las empresas buscan nuevas maneras de fortalecer el talento interno sin sacrificar el bienestar. Agosto, históricamente vinculado al parón estival, empieza a emerger como una pausa activa, en la que los equipos —con menos presión operativa— pueden tener espacio para el desarrollo personal y profesional a su ritmo.

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Lejos de representar una exigencia o una prolongación del año laboral, muchas organizaciones ya ofrecen durante estas semanas un plan estratégico centrado en formación flexible y personalizada, permitiendo a los profesionales avanzar en nuevas competencias, actualizar conocimientos o explorar intereses, sin interferir con su descanso.

Según el informe Trends in Adult Learning de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), las organizaciones que promueven una cultura activa de aprendizaje entre sus empleados son más resilientes ante los cambios tecnológicos y económicos, y logran una mayor retención de talento. En este sentido, fomentar el aprendizaje en periodos de menor actividad, como agosto, puede convertirse en una ventaja competitiva. Un enfoque que permite iniciar septiembre con equipos motivados, preparados y alineados con los retos del nuevo curso.

Desde ODILO, la edtech española que permite a cualquier organización crear su propio ecosistema de aprendizaje, identifican cinco claves fundamentales para convertir agosto en un punto de partida estratégico:

1. Afianzar una cultura de aprendizaje duradera

Aprovechar un mes como agosto para lanzar o reforzar acciones formativas permite introducir el aprendizaje de manera natural en la rutina de los empleados. El menor volumen de trabajo facilita una mejor acogida, y esa experiencia positiva inicial sienta las bases para mantener la formación activa durante todo el año. Convertir agosto en el punto de partida de una cultura de aprendizaje continuado ayuda a que esta se consolide más fácilmente y se integre en la dinámica habitual de la compañía.

2. Ofrecer una formación personalizada, flexible

Cada empleado tiene motivaciones y necesidades diferentes. Agosto, con menos ruido y urgencia, es el momento ideal para ofrecer programas de formación a medida, que se adapten al ritmo de cada persona y al momento profesional que vive. Plataformas digitales como las de ODILO ayudan a ese objetivo, permitiendo que cada profesional elija su propio camino de aprendizaje, generando mayor compromiso, motivación y sentimiento de autonomía.

3. Objetivo: mejorar la productividad

La formación no debe limitarse a acumular conocimientos, sino que debe estar diseñada para impactar directamente en la eficiencia y en los resultados de negocio. Agosto es un momento idóneo para poner la semilla e implementar programas enfocados en optimizar procesos, reforzar capacidades digitales y fomentar la toma de decisiones autónoma, incrementando así la productividad y reduciendo tiempos de adaptación en septiembre.

4. Anticipar habilidades clave para los retos del nuevo curso

El arranque de septiembre viene con nuevos objetivos, transformaciones internas y, a menudo, cambios tecnológicos. Aprovechar agosto para reforzar habilidades técnicas, digitales, de liderazgo o colaboración ayuda a reducir las curvas de aprendizaje posteriores y acelera la puesta en marcha de nuevos proyectos. La formación anticipada es una ventaja competitiva clara. Además, la OCDE destaca que preparar a los equipos para las habilidades del futuro no solo mejora el desempeño, sino que también eleva el compromiso de los profesionales y su percepción del valor que les aporta la empresa.

5. Integrar herramientas que faciliten el aprendizaje continuo

El uso de plataformas digitales, como las que ofrece ODILO, permite a las empresas crear un ecosistema de aprendizaje donde cada empleado accede a contenidos adaptados a su perfil, ritmo y objetivos. Esta personalización fomenta el compromiso y garantiza que la inversión formativa se traduzca en valor tangible para el negocio, reduciendo la dependencia de contrataciones externas para cubrir brechas de talento.

A todos estos aspectos debemos ser conscientes de que el desarrollo profesional no solo mejora competencias, también impacta en cómo las personas se sienten en su día a día laboral. Acceder a contenidos formativos relacionados con la gestión del estrés, la organización personal, la comunicación o el equilibrio entre vida laboral y personal contribuye a un entorno más saludable y sostenible.

Formar en agosto desde este enfoque, voluntario, respetuoso y centrado en la persona,  permite que el regreso en septiembre se viva como una continuidad natural de crecimiento personal y profesional. Al vincular la formación con el bienestar, las compañías refuerzan su compromiso con las personas y generan entornos donde aprender también es cuidarse.

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